jueves, 1 de noviembre de 2012

PEQUEÑOS GESTOS, GRANDES CAMBIOS

Diciembre 1955, Montgomery (Alabama). Rosa Parks, afroamericana, hija de un carpintero y una maestra de escuela. Viajaba en autobús, cuando el conductor le espeta que ha de levantarse para ceder su asiento a un hombre de raza blanca. Y que su lugar estaba en la parte trasera del vehículo. La señora Parks se niega a ello. Como consecuencia de su valiente acto, es llevada a prisión y encarcelada por perturbación del orden público. También tuvo que pagar una multa.

Este hecho provocó una respuesta de protesta contra la segregación en el transporte público. Dirigida, por el hasta entonces desconocido, Martin Luther King

La negación a ceder su asiento de Rosa Parks, no sólo llevó a la protesta de segregación en el transporte público estadounidense, sino que se amplió a otros ámbitos en los que la raza negra estaba discriminada.

Este pequeño gesto, tuvo una gran repercusión, tanto mediática y política como social. Puso en entredicho las libertades, derechos y obligaciones de los Estados Unidos. Que tanto se vanaglorian de ello. 

El caso fue llevado a la Corte Suprema, que declaró que la segregación era una norma contraria a la constitución estadounidense. Un año después, el gobierno abolió todo tipo de discriminación en los lugares públicos.

¿Por qué cuento esto? Os preguntaréis. Porque un acto tan "insignificante", como podría parecer, llevó a un gran cambio en lo que a derechos humanos y civiles se refiere. Rosa Parks, harta, como ella misma declaró, de tener que ceder siempre, de ser humillada por no ser de raza blanca, se dijo, basta ya, hasta aquí hemos llegado. Y con solo negarse a levantarse de su asiento, consiguió mucho. Es por eso que ahora se me viene a la cabeza este suceso, porque a veces, un simple NO, no cedo más, conlleva a algo grande. Sin necesidad de violencia. Porque esto todavía hoy, es un ejemplo para todos los que queremos cambiar el mundo. Al igual que hicieran en los Juegos de México 68, los atletas Tommie Smith y John Carlos.


sábado, 15 de septiembre de 2012

LA CIENCIA BIEN UTILIZADA

Hoy he escuchado en la radio una noticia que me ha llamado la atención. El permitir, por primera vez en el teatro español, que las personas sordas puedan acceder a los textos de las obras. La primera experiencia tuvo lugar en la 35 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. Se trata de un prototipo de gafas, desarrolladas por la Universidad Carlos III en colaboración con la Fundación Vodafone, que posibilitan al espectador sordo recibir los subtítulos mediante estas gafas. Y así poder disfrutar del teatro de la misma manera que el resto.
En realidad, esto se lleva haciendo en otros ámbitos culturales hace algunos años, el Festival de San Sebastián por ejemplo, lo utiliza desde hace cinco ediciones. También en el sector de la educación, donde ha conseguido mejorar los resultados académicos de los alumnos con esta discapacidad.

Este proyecto fue premiado, por la revista Time, como el tercer mejor invento del mundo.

Cuando he escuchado esta noticia me ha hecho plantearme algunas cosas, lo cierto es que no recuerdo si alguna vez pensé en cómo disfrutaban las personas sordas del cine, el teatro u otras cosas, creo que alguna vez lo he hecho, pero no en profundidad, ya que no lo tengo demasiado claro. Pero me agrada la idea de que otros sí que lo hagan e inventen estos artilugios tecnológicos para facilitar la vida a las personas con alguna discapacidad. Estas iniciativas son muy importantes. Los que no sufrimos ningún problema de este tipo no somos conscientes de las limitaciones que tiene esta gente para disfrutar de cosas que nos parecen tan normales y comunes, por eso me ha gustado mucho escuchar esto, y ver que la tecnología bien empleada puede mejorar la vida de muchas personas. A la vez que me ha servido para pensar en este tema.





sábado, 18 de agosto de 2012

BOAMISTURA


En el mundo somos muchos y cada uno de nosotros con una mirada, una perspectiva, una percepción, una manera de ser y sentir diferente. Estas formas de ver y conocer nuestro entorno, también nos lleva a afrontar la vida de distinta manera. A cambiar las cosas que no nos gustan. Unos eligen la violencia y otros eligen el conocimiento, la educación. ¿Por qué digo todo esto? Porque estamos pasando momentos duros en los que se pone a prueba nuestras capacidades de supervivencia, de superación, en los que muchos individuos creen que la lucha armada, la extorsión, la delincuencia, que ellos se empeñan en llamar justicia, es lo único que conocen para “cambiar y mejorar” el rumbo de las cosas. Luego están aquellos a los que apenas se oye, a los que los medios no dedican ni un segundo ni una palabra, y que están consiguiendo mucho más, un cambio más profundo y duradero a través de la educación. Esta última mirada y actitud para enfrentarse y luchar por un nuevo mundo considero que es la correcta. Porque ¿de qué sirve cambiar las cosas con violencia, muerte y destrucción, si no se educa, si no se enseña a respetar, a convivir, a empatizar, a utilizar esa fuerza y esas ganas en construir un lugar mejor para todos, a crecer, evolucionar?

Un ejemplo de mejora, de lucha, de denuncia y crítica de lo que ocurre, no solo en los países que hoy pasan por una crisis económica y moral, si no en países que llevan toda su vida en crisis, marginados, olvidados a su suerte por los gobernantes y por el resto de ciudadanos. No es otro que el de un colectivo que nació en Madrid a finales de 2001, formado por el Arquitecto Javier Serrano “Pahg”, el Ingeniero de Caminos Rubén Martín “rDick”, el Publicista Pablo Purón “Purone” y los Licenciados en Bellas Artes Pablo Ferreiro “Arkoh” y Juan Jaume “Derko” llamado BOAMISTURA que significa “buena mezcla”. Utilizando el graffiti, entre otras artes, como medio para hacer llegar su mensaje. Su obra se desarrolla principalmente en el espacio urbano, aunque también realizan exposiciones en museos y centros culturales por diferentes lugares del planeta, Sudáfrica, Noruega, Berlín o Sao Paulo. En este último, quisieron dar otra imagen a los suburbios de Brasil, lo que conocemos como favelas, pintando sus calles, sus casas y haciendo partícipes a los lugareños. Mostrándoles que se puede cambiar y mejorar el entorno, la situación que les rodea, con algo tan sencillo como un pincel. Y que esto solo es el principio de algo más grande.

Este colectivo no utiliza otra fuerza, otra arma que no sea la creatividad, la constancia, el ingenio y la educación para enriquecer, renovar y regenerar el mundo.

He querido destacar a este grupo de artistas para mostrar que hay formas más efectivas, pacíficas y responsables de modificar las cosas. Que la violencia, sea del color o la forma que sea, no conlleva más que a la destrucción, la pérdida de identidad, el sufrimiento... Y que con la educación y el conocimiento se puede llegar más lejos.




viernes, 4 de mayo de 2012

EL PODER DE LA MÚSICA


Hace algún tiempo decidí no tomarme tan en serio las noticias que nos machacan diariamente porque no me hacen ningún bien, me entristecen y me llevan a un estado anímico nada bueno. Me hunden y me quitan las ganas de todo. Siento una gran impotencia ver cómo nos quitan derechos y libertades con toda tranquilidad, sin que reaccionemos ante ello.
Los medios de comunicación están jugando un papel clave en todo esto, nos saturan de noticias negativas sin ofrecernos ninguna alternativa, no nos muestran ni un mínimo de luz. Hacen un gran trabajo al servicio del poder para deprimir a la ciudadanía, meternos miedo y que así nos quedemos perplejos, estáticos, narcotizados y no luchemos por defender lo que es nuestro, de todos.

Bien, como he dicho al principio, decidí no tomarme tan en serio todo esto, lo he conseguido durante un tiempo y me sentó bastante bien, pero mi inquietud, mi querer saberlo todo, mi curiosidad hacen que al final me empape de demasiadas cosas. Pero sí hay algo que estoy consiguiendo, prestar más atención y buscar aquellas noticias positivas o al menos diferentes, que no hablen de recortes, represión, economía o política. Estas noticias no son otras que las musicales, las culturales que me gustan más, me alimentan y nutren. Cuando mi mente llega a un estado de saturación extremo, de tristeza profunda, cierro todas las páginas de actualidad política y me pongo música, esto sí me hace bien, me aislo de todo, cierro los ojos y disfruto de ese maravilloso sonido.

La música tiene un efecto muy poderoso en los humanos, inexplicable, nos hace sentir cosas diferentes, tristeza, alegría, euforia, reflexión... No sólo en aquellos que disfrutamos escuchándola, si no también en aquellos que la crean y la interpretan. Esto me lleva a recordar un artículo que leí el otro día de Elvira Lindo sobre una mujer, Marjorie Elliot, que había perdido a su hijo un domingo hace ya veinte años y que para sobrellevar este trágico suceso, Marjorie, pianista, decidió sentarse todos los domingos a las cuatro de la tarde en su piano y tocar. Abriendo las puertas de su casa de par en par para todo aquel que quisiera unirse. Con ello ha conseguido que su casa esté repleta de gente todos los domingos deseando asistir y disfrutar de la música que sale de sus dedos y de los que la acompañan. Es muy difícil o imposible superar la muerte de un ser querido, mucho menos de un hijo, pero a esta señora la música la ha ayudado a seguir adelante, y no solo eso, sino que también ha ayudado a todo aquel que se acerca a escucharla.


De otra forma, por supuesto, y sin pretender compararme con Marjorie porque sería absurdo y egoísta, a mí también me salva la música. Tiene un poder que ningún otro arte por maravilloso que sea consigue. De hecho, es el último recuerdo que perdemos, si es que lo hacemos, cuando nuestra mente enferma y dejamos de ser nosotros. La música nunca se borra de nuestro subconsciente.

En mi caso es algo necesario para vivir, no concibo un día sin ella, además, como ya he dicho, es mi válvula de escape, mi droga para anestesiarme y no hundirme del todo. Me hace ver y darme cuenta que la vida es algo más de lo que nos quieren hacer creer y que el ser humano no puede ser tan malo si es capaz de crear algo tan extraordinario como es la música.

Gente como esta anciana mujer, nos deben y pueden enseñar a valorar las cosas, otras cosas. Buscar y aferrarnos a aquello que nos haga bien, que nos haga más humildes, mejor persona y ayude a la gente que tenemos a nuestro alrededor.

Como siempre me dice mi compañero, amigo y hermano, la revolución empieza por uno mismo, por mejorar y cambiar nosotros, y así poder ayudar a aquellos que tenemos más cerca, ese es el principio para hacer de este, nuestro mundo, un lugar mejor. Eso es lo que ha hecho Marjorie, pretendiéndolo o no. Y a mí la música sobre todo, me ayuda a mejorar, aprender, sentir, conocerme y compartir.


sábado, 21 de abril de 2012

PENSAR, REFLEXIONAR, ARGUMENTAR


Hay cosas que no he entendido, no entiendo y no entenderé nunca, la mala educación, el insulto, entre otras. Nos encontramos en momentos muy difíciles, en los que estamos viendo cómo nuestros derechos y libertades desaparecen. Son momentos de incertidumbre, rabia, indignación e impotencia. Pero es agotador, aburrido y triste ver cómo el discurso está vacío por parte de muchos. De muchas personas que piensan como yo, o eso creía, que considero afines a mí, pero descubrir que su único argumento es el insulto, la mala educación y la falta de respeto no me gusta. Considero que este no es el camino para cambiar nada. Debemos, hoy más que nunca, tener un discurso con palabras llenas y no vacías. Un discurso en el que se expliquen nuestras exigencias, nuestras prerrogativas, nuestra lucha, explicar el porqué es necesario mantener el estado de bienestar, los derechos. No caer en los descalificativos, en el odio. Porque el odio es una pérdida de tiempo, es algo feo que no conlleva más que al enfrentamiento violento, a la chabacanería.

No dejo de leer y escuchar protestas que tienen su porqué, pero que al final pierden el sentido por la forma de expresarlas, debemos cuidar el lenguaje. No se trata de ver quién insulta mejor y más, sino hablar claro, pero con argumento. Esto no es tan difícil, siempre y cuando uno sepa lo que dice y quiere decir, no indignarse y soltar lo primero que se le ocurra, sino pensar antes, porque de otro modo se pierde la razón.

Se puede y debe criticar, exponer tu indignación, tu rabia, tu descontento pero con argumentos, con un lenguaje correcto, lo cual no quita, como digo, que tu mensaje no sea claro, directo, crítico y entendible. Se debe reflexionar, analizar, documentar todo aquello con lo que no estás de acuerdo sin recurrir al desprecio, a la mala educación, al insulto. Porque esto no lleva a otra cosa que a pensar, por quien te lee o escucha, que no tienes ni idea de lo que hablas, o puede que sí, pero no aportas nada. Y creo que si queremos que nuestro mensaje llegue, debemos esforzarnos por tener algo que decir, algo que pueda hacer pensar a la persona que te lee o escucha.

Estoy harta del enfrentamiento entre dos bandos, ahora mismo no hay bandos, esto es lo que tenemos que entender y bien, solo estamos los ciudadanos y los poderosos. No hay ideologías ni religiones. Los partidos políticos hace tiempo que dejaron de tener otra ideología que no fuera el capital, la avaricia, la codicia, el poder. Y creo que los que siguen a estos individuos no saben el mal que están provocando en el mundo, en sus propias vidas. O tal vez sí, y solo sean malas personas.

No sé si estas personas que apoyan estas políticas son conscientes de las consecuencias que todos estos cambios significan en nuestra/su vida y la de nuestros/sus hijos, hermanos, sobrinos o nietos. Cómo nos vamos/van a enfrentar a los gastos sanitarios y educativos cuando vivimos/viven con un sueldo mínimo. Siempre y cuando conservemos/conserven nuestro/su empleo. Porque dadas las circunstancias y con todos los recortes y medidas tomadas por su maravilloso gobierno no están consiguiendo otra cosa que el desempleo, la precariedad, la pobreza... Tal vez crean que por apoyarlos ellos están salvados, que sus políticos les darán un trato especial o algo así. No lo sé, pero esto es algo que me planteo mucho y no entiendo. Porque por desgracia lo veo mucho y muy cerca de mí.

No lo sé, no sé nada, no sé dónde vamos o si llegaremos, pero deberíamos estar unidos, olvidarnos de ideologías porque esto hace tiempo que no existe, luchar por mejorar nuestras vidas y la de los demás. No perder más derechos ni libertados. No luchar unos contra otros mientras los poderosos se reparten el botín y contemplan, como en la época romana con los gladiadores, como nos destrozamos unos a otros. Es absurdo todo esto, a ver cuándo se dan cuenta los seguidores de este gobierno que ellos también son la diana, y que los que pedimos respeto, libertad y una vida digna no lo hacemos individualmente, sino para todos, todos los ciudadanos, incluidos ellos, que no es una guerra contra ellos, sino contra la represión, el totalitarismo y la injusticia. Y que basta ya de tanto odio acumulado, tanto reproche y tanta absurdidad, incoherencia y estupidez por parte de todos.

Seamos sensatos por una vez. Seamos más escuchantes y menos oyentes, porque todos oímos, pero la mayoría no escuchamos, y he aquí el problema de comunciación, el no entendimiento. Escuchar requiere esfuerzo, mucho esfuerzo, pero es la forma de aprender algo de nosotros y de los demás.

jueves, 15 de marzo de 2012

LA GUERRA MÁS LARGA Y DIFÍCIL

Hace muchos años, que yo recuerde desde que tengo uso de razón, emprendí una guerra muy dura contra mí misma. He ganado alguna que otra batalla, pero aún me queda una larga y sangrienta lucha.

Esta guerra no consiste en otra cosa que mejorar como persona y en todo lo que hago. Cambiar todo aquello que no me gusta de mí.

He conseguido cosas, pero no es suficiente. Cada día intento empatizar más con los demás, comprender sus actitudes, comportamientos, pero para ello debo conocerme primero a mí, saber quién soy y dónde voy. Despojarme de todo prejuicio y no juzgar ni a mí ni a los demás sin tiempo. Este es un error que todos o casi todos cometemos.

Aunque caigo demasiado fácil en estas cosas, creo que el sólo hecho de planteármelo y analizarlo después es un paso importante, pero como digo, no es suficiente. Tengo que conseguir no tener que hacerlo, no llegar a arrepentirme y darle tantas vueltas en mi cabeza. Esto parece cosa fácil, pero creo que es una de las tareas más difíciles que se nos plantea como seres humanos.

En el mundo somos muchas personas y cada una de ellas con una forma de ser, una ideología, una cultura, una educación, un conocimiento. Nadie es mejor que nadie por ser así o asá, eso es lo principal que debemos tener en cuenta. Considero que lo más importante es empatizar con las demás personas, intentar comprender el porqué de su actitud o pensamiento. Cada uno tiene su verdad y no debemos intentar obligar a cambiarla, simplemente educar en aquello que se pueda, abrir la mente a aquellos que la tienen cerrada, pero para ello nosotros debemos practicar en esto, en analizarnos profundamente antes de nada, estar abiertos y sobre todo, saber escuchar, pero escuchar de verdad. Aprender de aquellos de los que nos puedan enseñar, no sólo en conocimientos culturales, sino en cosas más cotidianas como el simple hecho de ayudar sin esperar nada a cambio, facilitar y mejorar la vida de los que nos rodean, pero para ello debemos ser más humildes, despojarnos de la arrogancia, de la insolencia, la soberbia, que aunque no lo creamos el que más y el que menos las posee. Tener más sentido del humor y no tomarnos las cosas tan en serio.

Mi objetivo principal en la vida es este, ser mejor persona y no juzgar sin tiempo, sin argumentos. No ser tolerante, sino empática y consciente de que cada uno tiene sus razones para ser de una u otra manera. Porque no recuerdo quién dijo que el simple hecho de decir que uno es tolerante es creerse por encima de los demás, ser mejor que el que está frente a ti y por eso lo toleras, tienes esa capacidad suprema para ello. Considero que esto es totalmente cierto, por eso digo que no quiero ser tolerante, no quiero tener que tolerar porque no soy mejor que nadie. Sólo soy una persona que le da miedo la vida y sólo busca la tranquilidad, la paz consigo misma y con los demás.

Hace poco me leí Momo de Michael Ende y decidí que me voy a esforzar por parecerme a este precioso personaje. Una niña pequeña, delgada y que a simple vista parece indefensa y sola, pero que es enorme, maravillosa y muy valiente. Su secreto es escuchar de verdad, dejar que las personas sean ellas misma y no intentar cambiar su forma de ser, sino sacar todo aquello que llevan dentro y reprimen frente a los demás. Ayudar porque sí, no por creerse buena persona y demostrar al resto lo estupenda que es, sino porque ella es así y no se plantea si sus amigos o vecinos la van a recordar de una u otra forma. Una niña que consigue hacer más fácil la vida de todos los que la rodean y que sean más felices.

Tenemos que fijarnos y aprender más de personajes como Momo, Amélie o Nathan Glass (Brooklyn Follies, Paul Auster). También de aquellos que nos rodean, porque aunque no lo creamos cerca de nosotros hay Momos, Amélies y Nathan Glass que nos hacen que la vida sea menos fea y mejor.

Este es un ejercicio que todos deberíamos practicar. Si deseamos un mundo mejor tenemos que empezar por nosotros mismos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

SALAS DE CINE

Ayer fui a la Filmoteca de Murcia a ver una película, Melancolía. Era una gran oportunidad porque me la perdí cuando la estrenaron y en la Filmoteca la proyectaban en v.o.s. Pero cuál fue mi sorpresa y decepción al llegar allí. Primero, el aforo es muy muy limitado. Segundo, las butacas son incómodas y no hay espacio para las piernas. Tercero, el sonido es pésimo y la pantalla está muy mal pintada lo que hace que se vean machas. Cuarto, los asientos están numerados y el poco o nada civismo de los espectadores hace que esto no se siga, y que cuando llega la/s persona/s que tienen ese número montan un lío impresionante sin respetar a los que hemos llegado a nuestra hora y queremos ver el principio del film. Quinto, dejar entrar a la gente cuando la película lleva más de veinte minutos y tener que moverte y levantarte para dejarlos pasar. -Perdón, me deja pasar-, -claro-, -ay, no, que me cambio de sitio-, te vuelves a levantar. A los dos minutos -lo siento de nuevo, creo que me quedo en este, no, mejor no, me vuelvo a cambiar-. Así durante quince minutos. Esto fue lo que me ocurrió ayer en la Filmoteca. Me perdí los primeros e impresionantes quince minutos de la película. Pero esto no acabó ahí. Gente entrando tarde sin parar, subiendo las escaleras, bajándolas, subiéndolas, así durante toda la película. 

Llegó un momento en el que me entraron ganas de gritar y decir -¡Basta ya, parad y dejarnos ver la película tranquilamente a los que de verdad lo deseamos!- Pero no dije nada, sólo intentaba disfrutar en los pocos minutos que me dejaban tranquila. A todo esto hay que añadir el grupillo que tenía detrás. No le bastaba con hablar, sino que tenía que hacernos ver, o mejor dicho oír, que tenía una bolsa con comida. Esto es otro tema que me cabrea. ¿Por qué dejan comer en los cines?

Cuando vamos al teatro o a un auditorio no permiten que entres con comida ni bebida, ¿por qué en los cines sí? ¿No es igual o más molesto? ¿No pagamos una entrada carísima para disfrutar del espectáculo igual que en el teatro? ¿Por qué se deja entrar aunque haya comenzado la película en el cine y no en teatros y auditorios? No lo entiendo, para mí es lo mismo. Cuando voy al cine lo hago con ilusión, quiero disfrutar del film, que me dejen concentrarme en la pantalla y no me despisten o molesten con ruidos, ora me levanto ora no, me suena el móvil y me pongo a hablar, voy al baño, etc.

Creo que se debería tratar igual a las salas de cine que a los teatros y auditorios. La película y el espectador de cine merece el mismo respeto que los que van a una obra de teatro o un concierto. Como he dicho antes, precisamente la entrada no la regalan, por lo que debería existir una serie de reglas cívicas para entrar en él. No comer, no beber y no entrar cuando la película ya ha empezado, si están los trailers y anuncios lo respeto, pero no cuando está empezando el film.

Esto me lleva a plantearme una serie de cosas como por ejemplo no ir más a la Filmoteca aunque tenga una buena programación y no ir a ninguna otra sala de cine mientras no sea en v.o.s y se deje comer en ellas. Tendré que conformarme con disfrutar del cine en mi casa. No es lo mismo, pero al menos puedo estar tranquila y no soportar gente incivilizada.

jueves, 19 de enero de 2012

EJERCICIOS CREATIVOS

En el post anterior hablaba sobre la creatividad y mi falta de ella. Comenté que todos nacemos siendo creativos, pero la vamos perdiendo por diferentes circunstancias como la educación, la familia o la falta de autoestima. También propuse algunos ejercicios. Pues bien, yo he comenzado a practicar uno por azar, que además de divertido es bastante útil. No sólo porque te esfuerzas en crear algo, sino porque esa baja autoestima y el sentido del ridículo desaparecen.

El ejercicio consiste en que alguien te proponga cinco palabras, no importa que tenga relación entre ellas, de hecho, cuanta menos tenga mejor. Bien, con esas cinco palabras se debe construir un relato corto, el género del mismo no importa, lo que le sugiera al autor. Los resultados que de ello salen son muy interesantes y divertidos. 

¿Qué se consigue con ello?

Además de unas risas, descubrir que todos somos capaces de crear algo sin importar la calidad. De esforzarnos en hacer una historia con muy poco material. De despojarnos de los prejuicios y del mal concepto que tenemos sobre nosotros mismos como creadores.

Es importante para que esto funcione, mostrar nuestro trabajo a los demás y que ellos a su vez muestren el suyo. El tiempo en el que se elabora el relato ha de ser corto, no deben pasar más de unas horas, ahí está nuestra capacidad de adaptarnos y nuestra espontaneidad. Es lo mejor de todo.

Otra cosa para lo que nos sirve es para activar nuestra mente, responder con rapidez, mejorar conforme vamos construyendo los diferentes relatos. Y sobre todo, darnos cuenta lo capaces que somos de hacer lo que nos propongamos, sólo tenemos que intentarlo y no acobardarnos ante el reto.

Si os soy sincera, cuando me lo propusieron tuve mis dudas, me daba miedo quedar en ridículo, pero al ver que los demás lo hacían y que no pasaba nada, me dije "adelante, por qué no", y así lo hice. Me alegro mucho de haberlo hecho, porque como dije en líneas anteriores, además de pasar un rato estupendo y disfrutar mucho al escribirlo, vi que no era para tanto y descubrí que lo haga mejor o peor tengo la capacidad de elaborar una historia en muy poco tiempo y con cinco palabras de lo más diferente.

Esto es sólo un ejercicio para activar la creatividad, hay muchos más, por supuesto. Pero para empezar y pasar un buen rato no está nada mal.

Ahora, nuestro siguiente reto, el de mis compañeros y el mío, es hacer uno conjunto. Consistiría en que alguien comience una historia, otro la continúe y así sucesivamente, pero cada participante sólo verá la historia anterior a la suya, no podrá leer las primeras. Cuando todos hayamos terminado, entonces, leerlo todo a ver qué sale. Esto es parecido a lo de los dibujos, en el que alguien dibuja algo, el siguiente sólo ve una mínima parte para saber por dónde continuar, cuando se ha terminado se abre el papel y se comprueba el resultado. También es un buen ejercicio que hacían algunos grandes pintores.

Puede resultar tonto, pero no lo es. Activa la mente y la agiliza, te hace pensar y sacar cosas que llevas dentro y que desconoces.

Es un buen ejercicio que recomiendo. No debemos relajarnos, debemos despertar nuestros sentidos y nuestras habilidades, que aunque no lo creamos, las tenemos y son más de las que nunca hubiéramos creído. Hablo con conocimiento de causa, lo sé porque lo he probado y me ha subido la autoestima, aunque sea poco, ya es un paso, un paso importante para continuar abriendo camino y conociéndome mejor de lo que lo hago.

Os animo a practicarlo, si no este ejercicio concretamente, cualquiera que os guste, pero haced algo, que no se atonte vuestro intelecto y vuestras capacidades. Dejad el miedo y el sentido del ridículo para otras cosas.